miércoles, 21 de octubre de 2009

Vuelta al Piojoso


-Pues mira, ésta del meñique es para la oreja, que a veces me pica y no veas que gusto, y ésta...

-Pa la nariz, que tú la guitarra no la tocas. Mira que eres guarro, no vuelvo a darte la mano así me ahorquen.

-¡Coño, Paco! Que sí me las lavo, también eres tú cabrón -Bajito está rojo de vergüenza ante el comentario del Piojoso. Esconde la mano que hasta hace un momento aireaba orgulloso mientras explicaba los quehaceres de sus dos uñas más largas. Estoy con el Piojoso, Bajito es una guarro. Lo que tiene guasa es que sea el Piojoso quien lo diga. Y también tiene su aquel que Bajito siempre le dé pie a los demás para meterse con él. Sospecho que lo tienen ensayado para cuando entra alguien. Y eso es justo lo que acabo de hacer yo: entrar y después de varias semanas sin hacerlo.

-Qué cojones te las vas a lavar -escupe el Piojoso tras echarme un vistazo por el rabillo del ojo. ¡Menuda mirada! Si me la echa de frente, me desintegra en el sitio-. Cuando vas a mear aquí, no tocas ni el grifo.

-¿Cómo que no? -susurra Bajito cada vez más rojo-. Sí que me las lavo, lo que pasa es que tú no me ves.

-¡Qué no, coño! -replica el Piojoso dando una palmada sobre la barra-. No hay jabón y el secador hace meses que no va y tú siempre sales con las manos secas.

Ahí ya no me puedo contener y suelto la carcajada. El Piojoso se gira hacia como una serpiente. Intento simular una tos a la vez que me hago el distraido, como si la cosa no fuera conmigo. Como si no hiciera días, muchos días, que no aparezco y sólo estuviera esperando mi café... Lo llevo claro.

-Mucho tiempo, ¿no? -el tono del Piojoso es suave y más falso que el beso de Judas.

-Bueno, sí. Verás, he dejado de fumar y venir por aquí me daba unas ganas que apenas conseguía controlar y pensé que... -mi farfullo se pierde en el silencio denso del bar. Todos los ojos están dirigidos a mí y, casualidad o no, todos dan unas hermosas y profundas caladas a sus pitillos. Todos menos el Piojoso. Antes de seguir hablando, se enciende uno con parsimonia.

-Ya, y has vuelto a caer.

-No, no. Sigo sin fumar -intento sonreír, pero desisto. al fondo del local solo hay humo y ojos entornados que me observan-. Lo echaba de menos -digo haciendo un gesto que abarca el bar.

-Normal -interviene Bajito que nunca aprenderá-. Somos cojonudos, ¿verdad, Paco?

Le daría un beso a Bajito si no fuera porque no estoy vacunado contra el tétanos. Acaba de cagarla otra vez y ha roto el momento, un poco más y hubiera sufrido un ataque de algo.

- si que eres cojonudo, joder. Tú y tus uñas. Lo que echa de menos es el tabaco -concluye con un gruñido. Pero se acerca a la cafetera y al cabo de unos minutos yo tengo mi café y los demás vuelven a lo suyo, dejándome estar.

El Piojoso se equivoca, no es el tabaco lo que echo de menos (bueno, algo sí), es el café que hace el jodío. Me llevo la taza a los labios y lo saboreo. ¿Cómo lo hará? Procuro controlarme, me costará algo de tiempo, pero volveré a integrarme cueste lo que cueste. Este café vale la pena, ya lo creo.

6 comentarios:

milagros dijo...

Quizá el secreto de ese gran café está en las uñas del Piojoso, jaja.

José Miguel Vilar-Bou dijo...

Se echan de menos esas escenas desde aquí. Tan corrientes que son en España, y en realidad valen su peso en oro.

Enric Herce dijo...

Vaya, no sé si te has dado cuenta, pero es la primera vez que dejas tu papel de observador para pasar a formar parte activa de la historia. Ándate con ojo no vayas a ser abducido por esa panda. :)

Dani dijo...

Sí que había ganas de volver al Piojoso! Y eso que yo no tomo café.
Espléndidos diálogos.

MARIKO dijo...

Café, café... la base de la alimentación...

J.E. Alamo dijo...

A Bogart le quedaba París y a mí, después de quitarme el tabaco, me queda el café, Dani.
Ahí le has "dao", Mariko.
¿Sus uñas? Mmmmm... lo que no mata engorda, Milagros.
Los pubs ingleses tienen su encanto pero para un rato solo, ¿eh, José Miguel?
Sí, Enric, me he visto obligado a dar un paso adelante. Ya veremos qué ocurre el próximo día.