sábado, 6 de septiembre de 2008

Lado Extraño


¡Uf! Ya le veo el final al libro. Cuando mi editor me planteó la posibilidad de publicar Lado Extraño pero con la condición de que lo hiciera más extenso, pensé que sería coser y cantar. Pues cosiendo me he pinchado hasta decir basta y en lo que a cantar se refiere, baste decir que mi propia hija me pide que me calle para no darle dolor de cabeza.
En fin, que creo que ya la tengo en el bote, faltará una semana de escribir y luego la revisión. A decir verdad, la revisión se me hace tremendamente estresante, siempre con el temor de que se escape algún detalle, error o lo que es más grave, un fallo argumental. De todos modos confío que todo salga bien.

Para aquellos que me comentaron esperaban ver pronto el resultado, ofrezco un extracto del comienzo de esta segunda parte de Lado Extraño. No mucho, pero espero que os guste.


Germán interrogó con el gesto a Leocadia, la arpía asintiendo con la cabeza, le mostró la luminosa esfera. La había encontrado y sin interferencia alguna. Una misión tranquila, pensó el buscador mientras alzaba la vista buscando a Smaug. Distinguió al dragón que planeaba majestuoso en el cielo nocturno, aunque invisible a los ojos de cualquier extraño. Germán le indicó que descendiera para reunirse con él y la arpía. La misión había concluido y era hora de volver. Leocadia ya le había tomado de la mano y tendía la otra hacia el dragón, cuando fueron atacados. Germán recibió un brutal golpe en el pecho que le arrojó sin resuello al suelo. Intentando recuperar el aliento, oyó el aullido de cólera de la aniquiladora al que se sumó el silbante de Smaug.
¿Qué había sido eso? ¿Cómo habían podido sorprenderles de esa manera?
La misión que les había encargado el escuchador Rumpel no había parecido especialmente complicada:
-Las Madres ordenan que recuperéis un objeto de poder en Lado Extraño. Una esfera Nibelunga largo tiempo perdida. Ha sido localizada en un paraje desierto con escasa población extraña. Hallad la esfera y traedla de vuelta. No hay excusa para el fracaso- añadió el enano con su acostumbrada gravedad.
El paraje estaba en efecto desierto a excepción de unas sombras que dormitaban aquí y allá y a las que Germán identificó como vacas. Una de las razas de las que se servían los extraños como alimento. Aun no se había podido acostumbrar a la idea de que los extraños devoraran otros seres vivos que compartían su mundo, ni creía que llegara a hacerlo nunca.
Sabía que las vacas eran pacíficas, huían siempre que algo las sobresaltaba y nada había alertado a la triada sobre la presencia de algún peligro.
El buscador se incorporó con la cabeza dándole vueltas cuando sintió como alguien le tomaba de los brazos y le elevaban por los aires.
-¡Smaug!- exclamó. -¿Qué ha ocurrido? ¿Y Leocadia?
-Estoy aquí, no temas Germán. ¿Cómo te encuentras?
La arpía volaba a su lado y de pronto el buscador fue consciente de que tanto ella como Smaug no parecían demasiado preocupados. De hecho sonreían abiertamente.
-¿Qué es lo que os hace tanta gracia?- inquirió irritado. –Nos acaban de atacar. Nos han visto y…
-Sí- le interrumpió Leocadia, acariciándole el lomo mientras reía abiertamente. –Pero no creo que haya nada que temer- y señaló hacia abajo.
Germán distinguió una inmensa sombra que agitaba una cabeza desafiante, mientras expulsaba bufidos de furia.
-¡Una vaca macho!- exclamó, reconociendo al ser que le había embestido.
-Creo que les llaman toros- comentó Leocadia. –Estábamos tan pendientes de la posible interferencia de extraños que ni lo vemos venir- se disculpó Smaug.
Germán encogió los hombros soltando una risita que detuvo en seco. El pecho le dolía.
-¿Estás bien?- se alarmó Leocadia.
-Sí, sí- repuso el lobo. –Algo dolorido, nada más. Creo que va siendo hora de volver.
Aterrizaron y tanto el dragón como la arpía tomaron de la mano al buscador.
–Creo que este pequeño incidente lo guardaremos para nosotros-. Smaug y Leocadia asintieron entre risitas. Luego Germán se concentró y se sumergieron en la oscuridad.
El escuchador Rumpel, atendió al informe de la misión que le presentó Germán, tomó la esfera Nibelunga que habían recuperado en Lado Extraño y les felicitó por ello.
-¿Te encuentras bien, buscador lobo Germán?- añadió, mirándole fijamente.
-Perfectamente, bueno quizás algo cansado- replicó, procurando ignorar las risitas contenidas de sus compañeros de triada.
-Pues mi consejo es que descanses. Tú y también tus compañeros- sentenció girándose hacia Smaug y Leocadia que de pronto estaban muy serios. –Una triada cansada puede cometer errores.
Los tres asintieron con gesto grave, abandonaron el Salón de Transferencias e irrumpieron en grandes risotadas nada más hacerlo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pinta bien, muy bien, ha merecido la pena tu esfuerzo y los llantos de Sarah implorando el silencio de tus canticos, a modo de mantra jajaja, estoy deseando leerlo, un abrazo. Charly

Anónimo dijo...

como diria hace años (bueno y sigo diciendo), joder como mola! a ver si pronto le hincamos el diente
un saludote
GuZ