El hombre mira a las estrellas desde tiempos inmemoriales. Son pocas las religiones que no han centrado sus creencias en el Sol, la Luna o las estrellas. Y ahora en los siglos XX y XXI, esa inevitable atracción hacia la bóveda celeste ha acabado por convertirse en la medida que los países emplean para sacar pecho en la carrera espacial. Al igual que hasta no hace demasiado, disponer de armamento nuclear suponía tener el dudoso mérito de formar parte del grupo de las denominadas potencias armamentísticas, ese papel lo asumen ahora quienes logran poner un cohete en órbita, si es tripulado mejor que mejor, cumpliendo con uno de los más primitivos anhelos del hombre: dominar el espacio. La morada de los antiguos dioses, nada menos. No cabe duda que aquello que antes era objeto de adoración, ahora se ha convertido en una meta, una demostración de fuerza: convertirnos en esos mismos dioses a los que antes adorábamos.
A las deidades que han ascendido a los cielos, hay que sumar la reciente incorporación de China y la India. Sus programas espaciales impulsados por inversiones cifradas en miles de millones de euros o dólares – tampoco importa demasiado la moneda, a partir de ciertas cantidades uno se pierde- han posibilitado que los fálicos proyectiles horaden los cielos. Justifican tales esfuerzos con experimentos cuyo fin o beneficio se me escapa. El problema surge cuando uno contrasta esas cifras millonarias, quizás hasta billonarias, con las realidades de estos países.
En China, y atendiendo a los índices de pobreza establecidos por su propio gobierno, hay ochenta millones de personas que viven en condiciones inaceptables. El gobierno chino ofrece pocos datos sobre el presupuesto de su programa espacial, aunque afirman que es de bajo coste. Sirva como muestra el coste del traje de los “taikonautas”: más de cuatro millones de dólares cada uno. Sin duda un chollo con el que apenas se podría solucionar la precariedad de casi nadie.
La India ha sido la última en sumarse al programa espacial con el lanzamiento de una nave no tripulada: el Chandrayaan, cuyo significado es “Vehículo Lunar Indio”. El coste del mencionado vehículo es de 78 millones de dólares, cantidad que parece exigua, aunque esa sobriedad se diluye cuando nos ofrecen las cifras de su programa espacial: 2.400 millones de dólares. El objetivo del Chandrayaan es trazar un mapa tridimensional de la Luna, cuestión que como todo el mundo sabe, es de vital importancia para mejorar el nivel de vida de los hindúes, en especial las castas más desfavorecidas.
En la India el índice de pobreza es de un 25% y la mortalidad infantil de un 56´3 por 1.000. En China, aun al amparo de su impresionante despegue económico, el citado índice de pobreza es de un 10% según cifras facilitadas por el propio gobierno oriental, y la mortalidad infantil es del 21´6 por 1000.
Supongo que el orgullo de las poblaciones de cada país silencia la miseria de sus vidas diarias y si el pan escasea en la mesa siempre podrán presumir de contar con un mapa tridimensional de la Luna…
Las últimas informaciones señalan a Brasil como el próximo es sumarse en esta carrera de “Qué chulos somos que hemos salido al espacio”. ¿Datos? 26´67 por 1000 de mortalidad infantil y un índice de pobreza del 22 %.
Es cierto que los tres países mencionados han conseguido reducir esas cifras en los últimos años, pero aun hablamos de 80 millones de pobres en China, 40 millones en Brasil y 200 millones en la India…
Volviendo a la antigüedad en que se adoraba a los astros como dioses, hay que recordar que los sacrificios humanos eran bastante habituales y ese es un aspecto en el que no hemos cambiado demasiado. A fin de cuentas, ¿qué son unas cuantas vidas frente a la divinidad? Pues eso, la mirada al cielo y la boca abierta que con suerte, la miseria a nuestros pies desaparecerá ella solita.
A las deidades que han ascendido a los cielos, hay que sumar la reciente incorporación de China y la India. Sus programas espaciales impulsados por inversiones cifradas en miles de millones de euros o dólares – tampoco importa demasiado la moneda, a partir de ciertas cantidades uno se pierde- han posibilitado que los fálicos proyectiles horaden los cielos. Justifican tales esfuerzos con experimentos cuyo fin o beneficio se me escapa. El problema surge cuando uno contrasta esas cifras millonarias, quizás hasta billonarias, con las realidades de estos países.
En China, y atendiendo a los índices de pobreza establecidos por su propio gobierno, hay ochenta millones de personas que viven en condiciones inaceptables. El gobierno chino ofrece pocos datos sobre el presupuesto de su programa espacial, aunque afirman que es de bajo coste. Sirva como muestra el coste del traje de los “taikonautas”: más de cuatro millones de dólares cada uno. Sin duda un chollo con el que apenas se podría solucionar la precariedad de casi nadie.
La India ha sido la última en sumarse al programa espacial con el lanzamiento de una nave no tripulada: el Chandrayaan, cuyo significado es “Vehículo Lunar Indio”. El coste del mencionado vehículo es de 78 millones de dólares, cantidad que parece exigua, aunque esa sobriedad se diluye cuando nos ofrecen las cifras de su programa espacial: 2.400 millones de dólares. El objetivo del Chandrayaan es trazar un mapa tridimensional de la Luna, cuestión que como todo el mundo sabe, es de vital importancia para mejorar el nivel de vida de los hindúes, en especial las castas más desfavorecidas.
En la India el índice de pobreza es de un 25% y la mortalidad infantil de un 56´3 por 1.000. En China, aun al amparo de su impresionante despegue económico, el citado índice de pobreza es de un 10% según cifras facilitadas por el propio gobierno oriental, y la mortalidad infantil es del 21´6 por 1000.
Supongo que el orgullo de las poblaciones de cada país silencia la miseria de sus vidas diarias y si el pan escasea en la mesa siempre podrán presumir de contar con un mapa tridimensional de la Luna…
Las últimas informaciones señalan a Brasil como el próximo es sumarse en esta carrera de “Qué chulos somos que hemos salido al espacio”. ¿Datos? 26´67 por 1000 de mortalidad infantil y un índice de pobreza del 22 %.
Es cierto que los tres países mencionados han conseguido reducir esas cifras en los últimos años, pero aun hablamos de 80 millones de pobres en China, 40 millones en Brasil y 200 millones en la India…
Volviendo a la antigüedad en que se adoraba a los astros como dioses, hay que recordar que los sacrificios humanos eran bastante habituales y ese es un aspecto en el que no hemos cambiado demasiado. A fin de cuentas, ¿qué son unas cuantas vidas frente a la divinidad? Pues eso, la mirada al cielo y la boca abierta que con suerte, la miseria a nuestros pies desaparecerá ella solita.
4 comentarios:
Muchos gobernantes deberían molestarse en bajar la vista y darse cuenta de lo que tienen alrededor. Aunque también es cierto que es más fácil lanzar fuegos artificiales que afrontar problemas reales y si encima así se consigue que aumente el número de habitantes embelesados con cantos de sirena de falso progreso, pues miel sobre hojuelas.
Lo siento, pero creo que no es contradictorio la lucha por erradicar el hambre y la mortalidad infantil, con la exploración espacial.
Puestos a contrastar cifras es mucho mejor enfrentarlas con las inyecciones de dinero a los Bancos, ya que con 30.000 millones de dólares anuales durante 10 años, se eliminaría el hambre.
La exploración espacial (que no carrera)ha traído grandes ventajas para la humanidad, desde nuevos medicamentos o cultivos hidropónicos hasta cosas pedestres como las vitrocerámicas.
Luisma, no hay nada que sentir, tu opinión es tan respetable como la que más. En parte concuerdo contigo, la carrera espacial ha traido indudables descubrimientos y adelantos pero el problema es que los objetivos son más propagandísticos que nada. Por otra parte, primero arreglaría la casa antes de salir al jardían a decorarlo. De acuerdo también con lo delos bancos, pero voy más lejos, la usura encubierta que conllevan las operaciones bancarias enriquecen a unos cuantos y ahogan a la mayoría. Y qué podemos decir de la inyección económica que les dan cuando muchos de ellos por lo que están llorando es debido a que sus ¡beneficios! han descendido. Anda que el día que entren en pérdidas...
El mundo se ha vuelto loco y nosotros con él.Parece que lo importante, como bien dice J.E Alamo, sea adornar el exterior mientras medio mundo agoniza.Muchos niños/as no tienen ni un puñetro par de zapatos, trabajan de sol a sol tan solo para comer, son prostituidos,maltratados....bla bla bla...pero como no son nuestros hijos,vale, no nos duele igual...además, !qué puñetas¡ están muy lejos...¿no?.
A mi, francamente, me dan ganas de llorar.
Claro que,para aliviar nuestras conciencias, siempre nos quedan los beneficios de "descubrir" nuevos medicamentos para curar las enfermedades de un mundo rico, ellos, el "tercer mundo",total, solo necesitan comida.
Mientras tanto ,aqui seguiremos todos,(me incluyo,desde luego) cocinando en nuestras preciosas vitrocerámicas nuestra comida de régimen...no vaya ser que "engordemos".Fdo: Vacapollo
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