sábado, 15 de noviembre de 2008

El Niño del Pijama a Rayas




Hará cosa de un año, si la memoria no me falla, que me enteré de la existencia del libro El Niño con el Pijama a Rayas. Estuve mucho tiempo dudando entre si leerlo o no. Las buenas críticas y el éxito de ventas eran puntos a favor de su lectura, aunque aun así seguía con dudas. Y mis reticencias no eran por la calidad del libro - que parecía contrastada- nacían más bien en el tema tratado: el Holocausto. He leído sobre la aniquilación sistemática de seres humanos, en su mayoría judíos aunque también gitanos y otros a los que los nazis consideraban razas inferiores, y también he visto películas sobre el tema. Recuerdo el Diario de Ana Frank, la Lista de Schindler o La Vida es Bella como obras imprescindibles, pero jamás he releído ninguno de los libros ni he vuelto a ver película alguna por buena que me hubiera parecido. Y el por qué es obvio: es tal el impacto emocional que no me he visto con fuerzas para volver a pasar por el infierno que esas páginas/imágenes me ofrecían.



Finalmente, a pesar de todo, decidí que leería El Niño del Pijama a Rayas. Si la obra de John Boyne servía para recordarnos la bestialidad de la que es capaz el ser humano y con ello hacer otra muesca más en el recordatorio de "No debe volver a ocurrir nunca más", valdría la pena soportar las emociones de profunda tristeza que sin duda destilaban sus páginas. El hecho de que estuviera escrito en primera persona, desde el punto de vista de un niño y, además, fuera un libro para jóvenes lectores, al menos en la forma, supusieron obstáculos que también tuve que vencer. La barbaridad del Holocausto vista por los ojos de la inocencia resulta, al menos para mí, tan impactante que me deja el alma sin resuello.



Pero a lo que íbamos, compré El Niño del Pijama a Rayas y lo puse en la estantería, donde aguardó un par de semanas a que yo reuniera el valor para leerlo. Finalmente lo hice. Y de una sentada. Lectura ágil sí que es, eso lo admito. Pero cuando cerré el libro me sentí confuso. A la pregunta de Silvia, mi mujer, de qué me había parecido, no supe qué responder. Le pedí que me diera un par de días para digerirlo y, al cabo de los mismos, llegué a una conclusión: no me había gustado. Los motivos son varios, pero el más importante es que el personaje que relata toda la historia -Bruno, el niño de nueve años- chirría. Parece lo que es: un adulto hablando por la boca de un niño. Y a partir de ahí, todo pierde fuerza, convicción. La visión de la realidad con que se va encontrando, sus sentimientos y comportamiento resultan artificiosos. Por no hablar de la "sensiblería" añadida ¡cómo si el tema la necesitara!

Y sobre el resto de personajes, tengo mis más y mis menos. Lógico cuando todos los vemos a través de los ojos de Bruno. Algunos resultan más convincentes que otros. Entre los de mayor importancia: Shmuel, cuya vestimenta da título al libro, no es de los peores, pero a otros dos de gran relevancia -los padres de Bruno- los encuentro huecos, falsos, difíciles de creer. Acepto que el comandante de Auschwitz y su señora tuvieran un lado humano, aunque en su caso debía ser como el apéndice: algo totalmente inútil. Y ese es el problema, que nos quieren presentar a la pareja como unos padres preocupados por sus dos hijos y, sin embargo, eso no les impide ser partícipes de la matanza de seres humanos, incluyendo miles de niños. Matanza que llega tras someterlos a unas condiciones de vida infrahumanas que son visibles desde las ventanas del mismísimo hogar de Bruno y su familia.

Habrá quien diga que eso ocurrió así, que padres de familia como tú y como yo, eran capaces de levantarse por la mañana, dar un beso a su mujer e hijos y luego dedicarse a aplicar la Solución Final sin pestañear. Es posible, pero la presentación de Papá y Mamá con sentimientos, preocupaciones y emociones no me cala. Vamos, que no me la creo. Y la conclusión, que no desvelaré, con Papá de por medio, menos todavía.


Y así llegué a la última parrafada del libro con su invitación a mirar a nuestro alrededor. Y no es una mala sugerencia, ni mucho menos. Pero me temo que sobraba todo lo anterior.


Para terminar, recomendaría las obras mencionadas al principio: El Diario de Ana Frank como lectura y las películas: La Lista de Schindler, La Vida es Bella e incluso, La Decisión de Sophie. Realistas, duras y sin sensiblería añadida. No la necesitan.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí no me decepcionó tanto aunque sí que es cierto que no entiendo su enorme éxito.
Xosé

Anónimo dijo...

Estoy contigo, el libro es una decepción. Lo que he oído es que la película está mejor. Dicho por gente a la que el libro no convenció.
Mala

Enric Herce dijo...

Los designios del mercado son inescrutables.
Ya comenté en Sedice que me pareció una lectura amena sin más. Ligera para un adulto y creo que aburrida para un niño.
También debo confesar que al igual que la guerra civil española, este tema me empieza a resultar cansino en obras de ficción. Hay excelentes documentales y ensayos para mantener bien viva la memoria histórica. Y puestos a denunciar barbaridades en la actualidad sobran casos a lo largo y ancho del globo.

J.E. Alamo dijo...

Totalmente de acuerdo con los dos. Y en tu último apunte, Enric, más aún. No sé yo si la lección del Holocausto es una cuyo examen aprobaríamos.

José Angel Muriel dijo...

Confío en tu criterio, Joe, y lo apunto en la balanza. También yo he estado dudando entre si leerlo o no. Estoy un poco cansado de la literatura sobre el holocausto judío. Fue un horror, pero hay mucho sobre lo que escribir. Algunos temas están más próximos a nosotros en el espacio y el tiempo y pueden ser igual de terribles.

JAVIER dijo...

Bastante de acuerdo contgo, Joe. lo que apsa es que como no me lo leí de una sentada,cuando lo acabé ya tenía claro que no me haía gustado, y que no entendía a que se debía casi ese "fanatismo" con él.
En lo demás, de acuerdo con todos vosotros.

J.E. Alamo dijo...

Lo más gracioso es que hoy, comentándolo con algunos amigos, me han dicho exactamente lo mismo que decimos todos en esta entradda, así que ya empeizo ap ensar si esto no será un producto de "marketing"

Vlad_Temper dijo...

Vamos a ver, Bruno no es un niño de 9 años, si me apuras de 7 o con algún tipo de déficit mental, porque un niño de 9 años sabe más del mundo que cualquiera de nosotros.
En cuanto al tema, "La Ladrona de Libros" (por citar una lectura reciente) trata la misma perspectiva (amistad alemán-judío) de una forma más seria, más creíble, y más interesante.
Ah, pero los dictados del mercado son inexcrutables.

J.E. Alamo dijo...

Es que da toda la impresión de un éxito artificial aunque quieran dar la imagen de todo lo contrario.