Un amigo, Germán, nos ofrece el siguiente relato. Espero que os guste y os recuerdo que podéis enviar vuestros relatos si queréis que los publique.
De la infancia recuerdo el intenso y monótono frío que ocupaba la mayor parte de mis inmensos días. Desde la gran ventana del salón, siempre inmaculada, veía el manzano habitante de nuestro jardín. Razono ahora, que debió de vivir épocas de hojas y frutos. Aun retengo la imagen de las manzanas almacenadas en la alacena y además, el dulzón olor de la fruta madurando, impregnaba la casa hasta tal punto que sólo lo percibías al volver tras unas horas de ausencia. Sin embargo, el manzano de mi memoria está desnudo de hojas y lleno de ramas sufridas y espirales.
Y siempre, al cabo de largos momentos con la imaginación pugnando con el ventanal, la voz de mis padres desde la lectura en sus orejeros:
—¿Qué haces?
—Nada.
—¿Nada?
—Bueno, miro el árbol.
Un silencio breve.
—Deberías lavarte las manos, vamos a cenar.
—Vale.
En cuanto pude huí del frío. He recorrido los países más calientes de la Tierra. Me hice corresponsal de guerra y no hay conflicto en el que no haya estado presente. Pero jamás me he librado del frío. Hubo es cierto, alguna ocasión en que el mundo cobraba color y música y sentía un desperezar interno, pero entonces me asaltaba siempre un leve, casi imperceptible, olor a manzanas y de inmediato volvía a encontrarme tras el cristal, contemplando el mundo y encerrado en el frío.
Y siempre, al cabo de largos momentos con la imaginación pugnando con el ventanal, la voz de mis padres desde la lectura en sus orejeros:
—¿Qué haces?
—Nada.
—¿Nada?
—Bueno, miro el árbol.
Un silencio breve.
—Deberías lavarte las manos, vamos a cenar.
—Vale.
En cuanto pude huí del frío. He recorrido los países más calientes de la Tierra. Me hice corresponsal de guerra y no hay conflicto en el que no haya estado presente. Pero jamás me he librado del frío. Hubo es cierto, alguna ocasión en que el mundo cobraba color y música y sentía un desperezar interno, pero entonces me asaltaba siempre un leve, casi imperceptible, olor a manzanas y de inmediato volvía a encontrarme tras el cristal, contemplando el mundo y encerrado en el frío.
Germán L.
3 comentarios:
Vaya..en tan poco se describe y desarrolla fluidamente.
Muy bueno 'Germán'.
Pues la verdad el trocito que comentaste,tenia una continuacion pero,la vi demasiado forzada, y asi en pequeños fragmentos dejo la puerta abierta y que cada uno entre y contemple a gusto lo que imagine.
Saludos!
Recuerdos... solo somos recuerdos... buenos, mejores y malos, ese eres tu y eso somos todos llamale alma, si quieres...
Me ha encantado,en mi casa tmbién había un manzano.Fdo: Vacapollo
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