Cuando escribo me siento como el acróbata que se lanza al vacío con la firme intención de ejecutar tal o cual pirueta y que acaba retorciéndose al dictado de que alguien que supongo soy yo, pero que me sorprende como si fuera alguien ajeno. Y eso no es lo más adecuado, uno termina estrellándose con demasiada frecuencia.
Allí en la oscuridad de mis entrañas anímicas, las musas o quienes quieran que deambulen por ese pozo de negrura, toman mis argumentos, mis personajes y los retuercen y moldean a su antojo para que yo sienta, al poner “Fin”, que eso no es lo que yo quería escribir, que ésa no es mi historia. Posiblemente esto parezca el argumento de un relato de terror e incluso más de uno habrá pensado directamente en El Lado Oscuro de Stephen King. Podéis pensar lo que queráis, pero sé lo que siento y ocasiones hay en que tengo que arrojar lejos el papel sobre el que garabateo o apartar el teclado…
nada de arrojarlo, que no está la cosa como para ir rompiendo teclados
…a un lado. Alguien que soy yo mismo pero con el que francamente preferiría no intimar mucho (sabe demasiado sobre mí), ha tomado la pluma y se ha puesto a escribir su historia.
No sé si a mis compañeros escritores les ocurrirá lo mismo, aunque barrunto que a algunos sí, que de todo hay. De todos modos es magro consuelo ya que hay ideas que me han asaltado entusiasmándome y cuando he corrido a hacerlas realidad, han sido masticadas con saña, escupidas con rabia y sustituidas por otras que me son ajenas y al final las he abandonado.
No sé si a mis compañeros escritores les ocurrirá lo mismo, aunque barrunto que a algunos sí, que de todo hay. De todos modos es magro consuelo ya que hay ideas que me han asaltado entusiasmándome y cuando he corrido a hacerlas realidad, han sido masticadas con saña, escupidas con rabia y sustituidas por otras que me son ajenas y al final las he abandonado.
No eres quien yo pensaba, nena.
No me sorprende cuando me preguntan de dónde saco las ideas, lo que me sorprendería sería poder contestar de manera coherente.
Supongo que los lectores enarcarán más de una ceja —para ser exactos, hasta dos— y concluirán que a veces los escritores queremos darle un halo de misterio innecesario al trabajo de las letras. No sé qué decirles, quizás tengan razón. Pero consideren esos mismos lectores que me he sentado hoy a escribir una entrada sobre el humor negro y lo que me ha salido es esto.
5 comentarios:
Yo prefiero leer las cosas que ha escrito "el de dentro" y no "la máscara". Si intentas controlarlo todo al escribir, lo que te sale sabrá a sopa de sobre. En cambio, si simplemente sale... entonces estamos hablando de fresas con chocolate.
Sociópata.
Lo cierto es que a veces desearía soltar marras y dejar al labestia suelta...je,je,je.
Normalmente es lo que ocurre. Te pones a escribir y luego sale otra cosa.
Y me ha pasado muchas veces, que he amasado el texto para poder meter lo que yo quiero y cuando lo consigo, me digo: qué bien, ya está. Pero la poca experiencia que tengo en estas lides, me dice que no lo muestre enseguida.
Lo dejo reposar unos días y cuando lo tomo, ya para hornear... pues ocurre que aquella palabra o frase que le he metido a la fuerza, sobra. El propio relato la escupe.
Te digo lo que a mi me pasa. No sé a otros como les va.
Un abrazo
Las obras muchas veces terminan siendo autorretratos, autobiografías,...
"El propósito de las palabras es transmitir ideas.
Cuando las ideas se han comprendido las palabras se olvidan."
¿Y qué bello es ese salto al vacío?
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