domingo, 22 de abril de 2012

Algo para Recordar...


Escribí la entrada que viene a continuación hace ya unos cuantos años. Viene a cuento porque con la reciente inauguración del Centro Cultural de la Rambleta, a Sarah la felicitaron en clase por ser la primera que visitó la biblioteca. Eso fue hace un mes y medio. Desde entonces, acudimos con cierta frecuencia para hacer los deberes, leer, curiosear... El caso es que el otro día una amiguita de Sarah nos acompañó; las dos hicieron sus deberes y lo pasaron en grande. Lo malo es que esa amiga de Sarah es la segunda de entre todos los alumnos de la clase que visita la biblioteca casi dos meses después de que abriera sus puertas... No puedo dejar de pensar que si la lectura abre puertas y ventanas, su ausencia priva de caminos y salidas. Y lo peor es que como profesor de alumnos de la ESO, lamento constatar que son muchos, demasiados, los estudiantes que comentan con desparpajo que no les gusta leer, que es un rollo. Hay algo muy evidente: los niños leen si en casa se lee. Leamos pues y sirvamos de ejemplo y que el Día del Libro no sea sólo eso: un día perdido en un año. 




SARAH



No hace mucho me encontraba con Silvia, mi mujer, seleccionando y ordenando los libros en las librerías con las que contamos en el salón después de hacer una limpieza de las llamadas a fondo.
Mi mujer y yo habíamos hecho una ardua y discutida selección de lo que queríamos que figurara en nuestra pieza más noble de la casa –se admiten risitas- tomando como baremo la estética y sobre todo, nuestra valoración de lo escrito. Los demás pasarían a ocupar espacio en las estanterías que tengo en el despacho, también conocido como “La Leonera” por mi querida esposa. Digo pues, que andábamos discutiendo si me correspondía a mí colocar “Matar un Ruiseñor” entre “Sentido y Sensibilidad” y “Bosque Mitago” o a ella “La Princesa Prometida” –lo de añadir una segunda fila de libros estaba descartado– cuando mi hija hizo su aparición cargada de cuentos. Silvia y yo nos miramos un tanto sorprendidos, no tanto por el hecho de que trajera sus cuentos, lo hace con cierta asiduidad para que le leamos alguno, sino por el gesto de decepción y reproche que se dibujó en su rostro. Interrogada al respecto, repuso que no sabía cuál era su estantería, que era otra manera de decir: "Las habéis ocupado todas y en esta casa somos tres, no dos". Manteniendo las sonrisas a cubierto, despejamos enseguida una balda en la que la niña se apresuró a meter sus cuentos. Afortunadamente ocuparon una sola fila por lo que mi mujer y yo nos congratulamos al ver que podíamos mantener la estética. La congratulación aguantó tres minutos, los que tardó Sarah en volver de su cuarto con un montón de libros más. Intentamos explicarle que no cabían, que a fin de cuentas contaba con sitio en su dormitorio y que no quedaría bonito… Nueva mirada de reproche recorriendo la librería repleta de nuestros “cuentos”, para acabar en el triste espacio que le habíamos cedido. Sobra decir que enviamos la estética a hacer puñetas y cedimos tanto sitio como fue necesario a nuestra futura lectora.
Lee multitud de palabras sueltas e hilvana alguna frase que otra, pero tiene sus cuentos y conoce perfectamente el argumento de cada uno. Huelga comentar que desde muy pequeñita le hemos leído cuentos todas las noches antes de irse a dormir.

Por si a nuestro proyecto de unas librerías bien organizadas le restara algún atisbo de éxito, Sarah se encargó al día siguiente de aniquilarlo con su colección de “dvds”. Vuelta a explicarle que en el clasificador no cabía una película más, vuelta a soportar miraditas agudas -¡Dios mío! ¡Qué actriz en ciernes!- y a despejar otra balda para que sus películas lucieran cercanas a las nuestras.
Sarah ya cuenta historias de su propia invención y las llega a plasmar sobre el papel. Para ello, dibuja personajes, escenarios y otras cosas difíciles de descifrar y posteriormente, nos cuenta lo que ocurre. También recurre a sus juguetes a los que disfraza, pinta, corta el pelo…

-¿Y las tijeras, cari?
-¿No las tienes tú?
-¡Dios mío! ¡SARAH!

y les asigna una personalidad y un cometido.
A veces sus historias dan miedo, como cuando nadie quería a un osito de peluche porque lloraba y claro él lloraba cada vez más, con lo que le querían cada vez menos. Otras dan risa como la del monstruo que tenía hipo y compró un espejo para asustarse a si mismo.
Aunque esté mal que lo diga yo, sus relatos son buenos, muy buenos para una niña de cinco años.
Luego están sus ocurrencias, como el día que se enfadó conmigo porque le prohibí algo – no recuerdo el qué, quizás que no me saltara sobre los pies o fuera gritando "Papi está tururú", por la calle- y ante su encabezonamiento, que hizo inútil cualquier intento de explicación, sentencié que yo mandaba sobre ella y punto. Ella frunció los labios, dio un para de pisotones tipo “Hulk” y me gritó que sí, que yo mandaba pero sólo en este Reino. Cuando le pregunté qué había querido decir, repuso que a ver si yo quería mandar en todas partes, que entonces era un mandón.
Quizás parezca que tengo una hija díscola y no es así. Tiene sus arranques, pero anda sobrada de ternura y buenos sentimientos.
Quizás parezca también que tengo una hija con mucha imaginación y tengo que decir que sí y que a eso contribuye todo lo que “lee”. Mi hija es una lectora que pronto contará con sus propias librerías y su rincón favorito para disfrutar de la lectura.
Cuando escribo, pienso en ella como adulta, las barbaridades que escribo tendrá que leerlas bastante más adelante, y entonces pongo especial cuidado en cada frase, en cada palabra.
No soy muy dado a dar consejos, salvo cuando me lo solicitan, pero en este caso haré una excepción: si tenéis hijos o habéis pensado tenerlos en el futuro, invitadlos a la lectura y descubrirán un mundo por el que os estarán siempre agradecidos. Eso es algo que les debo a mis padres.

Quizás penséis que somos unos padres orgullosos y tendréis razón. Toda la del mundo.

(Sarah ahora tiene diez años y lee libros de su propia elección y le encanta ir a la biblioteca y nosotros seguimos igual de orgullosos de ella).

3 comentarios:

roberto dijo...

Qué chulo es esto de leer. ¡Y viva Sarah!

Mir dijo...

Me ha encantado. Yo también debo al placer de la lectura (y otras muchas cosas) a mis padres.

Mir (capaz de leer en tres sistemas y de perderse en la biblioteca pública)

Anónimo dijo...

Joe es genial!! la verdad que yo leo mucho, me vicié durante mis años en inglaterra y ahora lo necesito, es como el hacer deporte .... A Iratxe no hace falta que la motive mucho, le gusta mucho leer aunque poco a poco. Acaba de hacer 6 años y ya no quiere que le ayude. Quiere leer ella sola, ... pero yo a su lado eh??
Un beso enorme y enhorabuena por la familia que tienes y un besote a Sarah.
Susana