sábado, 13 de diciembre de 2008

Ahí va el quinto.

El quinto relato tiene a Gustavo A. Rives Bueno como autor.









La práctica

Maldición, todo me da vueltas.
Debo intentar centrarme.
Empiezo a sentir miedo, la oscuridad me envuelve.
No veo nada ni puedo moverme.
No siento ninguna parte de mi cuerpo.
Ni siquiera puedo recordar nada. Pero no, espera, no debo sucumbir al pánico de la negrura ni al dolor de la inmovilidad. Esta última conclusión me hace recordar que soy un experto. Claro. Ya me voy acordando.
Maldita sea. ¿En qué habrá sido esta vez?
Si al menos pudiera visualizar mi entorno y tomar conciencia de dónde estoy...
Bien, por lo menos los pensamientos empiezan a surgir con más fluidez. Es buena señal.
También parece que voy recobrando energía. Eso sí puedo sentirlo. Mis años de práctica me aportan cada vez más esa calma necesaria en estas situaciones. Aunque también son una carga. Cada vez me cuesta más recuperarme.
Si tan sólo fuera capaz… Sí, ya siento algo a mi alrededor. Me está costando más de lo normal pero empiezo a notar una presencia cercana a mí.
¡Ah! ¡Qué regocijo! ¿Qué es esto tan profundo que siento ahora? ¡Mi hija! Claro, el amor de mi hija. Es la fuerza que mayoritariamente mueve mi espíritu. Y la siento muy próxima.
Sigo recordando, recomponiéndome. La presencia que notaba cerca de mí empieza a tomar la forma de mi hija en mi mente conforme los recuerdos me van alimentando. Pero es extraña esta sensación de volubilidad que estoy sintiendo. Me da la impresión de que estoy flotando.
¡Demonios! Si supiera qué ha sido esta vez, podría revertir el proceso y acabar con esto en seguida. Bueno, en cuanto recuperase suficientes energías, claro.
Algo no debe haber ido bien. No es normal que me sienta tan vacío y despojado de casi todo en estos procesos tan comunes.
Aunque, ah, claro, ya recuerdo el motivo. Ya me va cuadrando todo.
Mi querida Mila. Esta hija mía no es tan aplicada en sus estudios como desearía. Nunca logra concentrarse lo suficiente y tiene problemas con esta materia. Es tan impulsiva. Espero ser capaz de enseñarle el buen camino para seguir mi obra, mi reinado. Pero estos síntomas deben ser debidos a su deficiente práctica. Porque poder tiene de sobra, es hija mía.
Qué bella es… cómo me recuerda a su madre. Otra explosión de amor que me acaba de inundar al recuperar su recuerdo. Ya la estoy visualizando con mucha más nitidez en mi mente. Ya puedo apreciar también, aunque de un modo más borroso, la hoguera y nuestro pequeño campamento en el que estábamos practicando a la luz de la luna. Sí, y esas manchas entre verdes y marrones deben ser los arbustos y árboles del bosque a donde nos retiramos a practicar.
Cómo odio este juego. Si no fuera por la falta que le hace a ella practicar, no hubiera accedido.
La primera prueba fue bastante bien. Le sugerí un ratón y lo consiguió casi sin esfuerzo. No me costó nada deshacer el encantamiento, porque fui consciente de lo que me había convertido.
Pero este sentimiento de desazón que se está abriendo paso… ¿Qué sucede? Trato de mantener la calma pero el terror y la impotencia están ganando terreno en mi mente, en mi espíritu. ¿Qué recuerdo está luchando por abrirse paso a través de esta oscuridad?
¿Qué pasa con mi energía que no la noto recuperarse? Cada vez más potente, me va embargando una sensación como si flotara. Me siento desfallecer por momentos, mis fuerzas me abandonan de nuevo junto con mis recuerdos. ¿Por qué mi hija no anula el encantamiento? Tiene capacidad de sobra para hacerlo. Apenas puedo visualizarla pero puedo atisbar el esfuerzo en su rostro y… ¡¿Una sonrisa?!
Como un puñal envenenado esa mueca de satisfacción me devuelve de golpe la lucidez perdida, convirtiendo todo mi espíritu en un pavor confirmado, en la oscuridad más dolorosa, el dolor más oscuro.
Me siento derramado, defraudado, traicionado, sin fuerzas. No puedo anular el encantamiento aunque ya sepa en qué me ha convertido. Es demasiado tarde. La dispersión me impide reunir la suficiente energía. Siento mis recuerdos cómo vuelven a escaparse como el agua entre los dedos y mi espíritu se desgrana poco a poco entre la decepción, la pena, la tristeza.

* * *

-¿Ya está?– le dijo el joven arcanista mientras salía de detrás de unos arbustos.
-Sí, mi amor. Despídete del gran Rey Mago Arcanista y su reinado de bondad y justicia– contestó la joven mientras señalaba a una pequeña nube que ascendía hacía el cielo estrellado y se expandía con la suave brisa, al compás de las copas de los pinos.
-Bueno, pues ha llegado nuestro turno. Ahora el reino se someterá a nuestras reglas y no habrá nadie que nos detenga. Gobernaremos con la mano dura que se merecen- dijo el joven visiblemente exhausto pero con cara de satisfacción, mientras abrazaba a la doncella. Ésta, también con signos de cansancio, añadió:
-Me ha costado mucha energía focalizar el encantamiento para anularle sus recuerdos el tiempo suficiente. Pero lo logramos. Volvamos. Hay mucho por hacer.
De regreso al castillo ella extendió el brazo extrañada, pues había empezado a lloviznar. Se llevó los dedos mojados a sus labios y atónita comentó:
-Qué raro. Estas gotas tienen un sabor entre salado y amargo. Como las lágrimas.

Gustavo A. Rives Bueno

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta, amargo e intenso como la tónica. Felicidades Gustavo. ¿Eres "Guz", el que escribe por aquí?
Mala

Anónimo dijo...

El mismo que viste y calza, me alegra que le haya gustado a alguien, con uno solo ya ha cumplido su cometido, gracias :)
un saludote,
GuZ

Vlad_Temper dijo...

Hermoso, triste y lleno de magia. Muy bueno.

Anónimo dijo...

A mí me ha parecido muy bueno, también. La verdad es que el nivel es alto. Felicidades GuZ

Anónimo dijo...

Original y lleno de sentimientos.

Felicidades Guz.

Boro Collos

Anónimo dijo...

Muy original, sí señor.
M Carmen Guzmán

Anónimo dijo...

De los mejores desde luego.

Anónimo dijo...

Curioso relato, sí señor.

José Angel Muriel dijo...

Muchas felicidades, Gustavo.

Anónimo dijo...

Gracias! felicidades a ti tambien compañero!