viernes, 16 de enero de 2009

Import Export


Roseriver nos obsequia la crítica de Import Export, una película fría y dura como el filo de una navaja.

La película estuvo nominada a la Palma de Oro del Festival de Cannes del 2007 y obtuvo el Gran Premio Golden Apricot del festival de Yerevan 2007.




Se desarrolla entre dos países, la fría Ucrania y la aséptica Austria, bajo el yugo de una realidad que recuerda un poco a la España cañí de finales de los 60, pero en un ambiente totalmente gélido-al menos aquí había calor y color, a pesar de la necesidad de leyes y democracia- y con recursos prácticamente nulos a todos los niveles.

Narra la historia de dos jóvenes, ella limpiadora ucraniana ,él guarda de seguridad austriaco, que cambian de país para probar mejor suerte, pues su suerte, si así podemos llamarla, es inexistente, siendo la desesperanza, y la falta de lo más básico -comer, descansar, preservar su dignidad, sonreír, amar-, la que les obliga a “huir”, a moverse.
Ambos buscando un trabajo digno para mantenerse a flote, sin que aquello que les rodea les quite lo único que parecen tener –dignidad- y que al final parece que se diluye con tanta humillación.

¿Cruda? quizás sea esa la palabra justa para definir esta película, pues crudo es algo que se define como cruel, o que muestra con excesivo realismo lo que puede resultar desagradable.
En cuanto a la puesta en escena, falta luz y falta calor, tampoco hay atisbo de color, la mejor fotografía es la escena en que ella está desnuda de espaldas a la cámara, inmóvil, desnuda, un bonito cuerpo que en la toma recuerda un poco a una pintura, un esbozo de figura humana pero solo un instante, luego claro se rompe la magia, pues la escena en si es humillante. Consigue que se te hiele el corazón.

La banda sonora es nula, algo de música en una discoteca y algún bonito baile por parte de él.
Ni un solo anuncio luminoso, ni carteles en las tiendas…aunque tampoco se ven muchas…, alguna toma de un centro comercial cerrado, ,un anuncio a lo lejos en una valla publicitaria del coche Getz, resulta casi cómico, con un fondo de una ciudad iluminada de forma mortecina , dando un toque de consumismo que para nada es creíble
.
Calles vacías, nevadas, gris sobre gris en el cielo y en la tierra, edificios que más parecen nichos de un cementerio, grises también, por no romper el tono monocorde.
Gris en el corazón
Se respira la muerte pero no tanto la física del geriátrico, dónde ella consigue trabajo, sino la del alma, la muerte de la psique, la falta de esperanza y es que ya lo decía Carlomagno, “el sueño de los que están despiertos es la esperanza”.
Y sin esperanza no hay nada.
El Aire gélido te traspasa de forma lenta e inadvertida y se posa en tu mente para luego inyectarte una especie anestesia, que te deja inmune al dolor de los personajes, vamos que lo visionas como sino fuese contigo, hasta que llega una escena donde alguien en el geriátrico muere y se desatan entonces tus emociones (esto es muy personal .Quizás cada uno tenga su punto débil) y ves la pequeñez del ser humano, caes en la cuenta de lo difícil que es vivir para unos y lo fácil que es para otros, de cómo unos agonizan en la más gris y fría soledad sin poder cubrir lo más básico , pero añado, no nos engañemos, otros empachados de consumismo, se consumen igualmente en una habitación de un geriátrico de lujo, con un denominador común, mucho me temo, la soledad.
No quiero recomendarla ni tampoco decir que no merece la pena verla, merecer merece seguro, pero es triste, más que dura es triste y desoladora. Ulrich el director, consigue con maestría transmitir todas estas emociones, así que llevaos una buena compañía si decidís verla, siempre consuela.


Roseriver

1 comentario:

Anónimo dijo...

Suena tan dura que por muy buen cine que sea, creo que yo paso.
Mala.