Kanouté y la política

Al delantero del Sevilla, Kanouté, le han llovido las críticas (también alabanzas) por haber mostrado una camiseta de apoyo a Palestina tras marcar un gol en partido de Copa del Rey. Afirman los críticos o criticones, que no se debe mezclar la política con el deporte e incluso, que habrá aficionados que se hayan podido sentir ofendidos por el mensaje de la mencionada camiseta.

Es un asunto de política interna. No hay que meterse en política. No hay que mezclar la política con el deporte u otras actividades... Excusa que han esgrimido con frecuencia y a lo largo de la historia, mentes preclaras para justificar silencios que no tienen justificación. Hasta las mismísimas entrañas del alma estoy de oír argumentos de este estilo. ¿Fue política lo que llevó a inhibirse durante varios años de la segunda guerra mundial a los aliados cuando conocieron los planes para exterminar a los judíos? ¿Fue la política la que llevó al mundo a callar mientras Stalin "purgaba" a su pueblo? ¿Es política la guerra del Congo cuyo motivo real es el Coltan, ese mineral indispensable para las tecnologías actuales? ¿Es política sentir náuseas cuando vemos a los cientos de niños que mueren a manos de los israelíes en su incursión en Gaza? ¿Es política renegar de los métodos de Hamás y su utilización de la población civil como escudo? ¿Y es política que se te revuelva el alma cuando averiguas que un dirigente de Hamás convirtió en terrorista suicida a uno de sus propios hijos? Pues no, no lo es. Expresar la más profunda repulsión hacia la violencia como vía de solución para cualquier problema o ambición, es simplemente humano. No hay ideología tras las lágrimas de alguien que ve los muertos desfilar por la pequeña pantalla, sobre todo cuando los ataudes son blancos y breves como las vidas de quienes los ocupan.

Respeto a Kanouté por su sensibilidad y me uno a ella: Basta de violencia, basta de muertes. Las grandes potencias de este mundo cuentan con recursos suficientes para sentarse a dialogar y buscar respuestas pacíficas a cualquier desacuerdo. La cuestión es que si la industria armamentística es la segunda más poderosa del mundo (tras la petrolera) y que la base del 90% de las guerras es el dinero (el otro 10% también, no os engañéis), es fácil acusar a quien levanta las faldas de esa puta que es la guerra, de estar invadiendo la intimidad (léase política) de un país y con eso acallamos conciencias y nos permitimos arremeter contra quienes tienen el valor de denunciar tanta muerte sin sentido.

Bravo por ti, Kanouté, en mí tienes un admirador.