Larguirucho está al final de la barra y tiene ceniza en el gesto extraviado mientras juguetea con la copa que tiene ante él. Sabiendo lo que le ocurre, no es difícil adivinar en lo que anda pensando.
En las mesas del fondo, los habituales reparten gestos en silencio, la mayoría de ellos dirigidos hacia la barra sobre la que el Piojoso se desmadeja con la expresión más hosca que de costumbre. Yo mismo estoy a punto de reclinarme pero el temor a ser parasitado por algún hongo carnívoro me detiene a tiempo. A duras penas mantengo la vertical y es que hace un calor impertinente, pegajoso y sobón que aplatana al más animoso.
-¡Qué calor!- la puerta se ha abierto dando paso a Bajito. Nadie se molesta en contestar.
-Ya podías poner aire acondicionado- sigue Bajito mosqueado ante la falta de respuesta.
-Ya tengo- replica el Piojoso tras dirigirle una aguda mirada de hastío.
-¿Ah sí?
-Pues sí, yo me doy aire sirviéndote a condición de que cierres la boca- y ladra una carcajada áspera y seca seguida de una tos húmeda y llorosa.
Los de las mesas sueltan alguna risita floja que deteriora deprisa en el sopor. Bajito termina por encogerse de hombros y acepta el café y la copa que le sirve el Piojoso. Este ha recuperado la expresión taciturna velada ahora, por el humo que asciende del cigarrillo recién prendido. Nada mejor contra la tos.
De camino a una mesa, Bajito pasa al lado de Larguirucho a quien le hace un gesto.
-¿Cómo va?- grazna, afectado ya por el aire espeso del interior del local.
Larguirucho frunce los labios y cabecea ligeramente sin decir palabra.
-¿Igual?- insiste Bajito con el tacto de una excavadora instalando un marcapasos.
-Peor- suelta al fin Larguirucho con una pequeña sonrisa. -Esta espera me está matando- suelta y se ríe con unas carcajadas que al final parecen sollozos. Bajito se queda sin saber qué responder y tras darle una palmadita vacilante en el hombro, va a sentarse a una mesa.
El bar vuelve a quedar en silencio y, notando que la camiseta se me pega a la espalda, decido marcharme. Hoy llevo un regusto amargo en la boca, será que el café era más fuerte que de costumbre. O quizás el calor mugriento que hace o el sentido del humor de un hombre que se muere. No sé.
Debería buscarme un bar con aire acondicionado para estos días.
Posiblemente lo haga.
2 comentarios:
Qué sensación horrible debe ser esperar la muerte, como quien espera el recibo de luz o al butanero.
Por cierto, esta mañana he comprado "EL ENVIADO". Cuando lo lea ya te lo diré.
¡Gracias! Sólo por eso tendrás un sorpresa... Te la diré en privado. Je,je,je.
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