miércoles, 23 de septiembre de 2009

Pablo Neruda


MARIPOSA DE OTOÑO

La mariposa volotea
y arde -con el sol- a veces.

Mancha volante y llamarada,
ahora se queda parada
sobre una hoja: que la mece.

Me decían: -No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.

Yo tampoco decía nada.
Y pasó el tiempo de las mieses.

Hoy una mano de congoja
llena de otoño el horizonte.
Y hasta de mi alma caen hojas.

Me decían: -No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.

Era la hora de las espigas.
El sol, ahora,
convalece.

Todo se va en la vida, amigos.
Se va o perece.

Se va la mano que te induce.
Se va o perece.

Se va la rosa que desates.
También la boca que te bese.

El agua, la sombra y el vaso.
Se va o perece.

Pasó la hora de las espigas.
El sol, ahora,
convalece.

Su lengua tibia me rodea.
También me dice: -Te parece.

La mariposa volotea,
revolotea,
y desaparece.

1 comentario:

José Miguel Vilar-Bou dijo...

El Neruda me salvó la vida en Milán.
Aun cuando es pesimista te mete en el alma el espesor de la vida.