Hoy he recibido la notificación que viene a continuación. Manos es un relato que se aleja bastante de mi habitual estilo fantástico-terrorífico y está inspirado en algunos de los personajes que han llenado las entradas de Bares (El Piojoso).
Os lo dejo al final por si os apetece leerlo.
Tu relato Manos es finalista del 7º Certamen Internacional de Relato La lectora impaciente.
Te felicito
Un abrazo
PREMIO
Ojos azules como mares
Beatriz Gamble
Buenos Aires - Argentina
ACCÉSITS
Vida nueva
Julio Alejandre Calviño
Azuaga (Badajoz) - España
Sequía
Jesús - Andrés Pico Rebollo
Sabadell (Barcelona) - España
FINALISTAS
Una sombra en la avenida
Juan Carlos Fernández León
Fuenlabrada - España
Acunar a un niño
Gloria Viviana Echeverría
Lomas de Zamora - Argentina
Polvo de cacao
Miguel Ángel Page Hernández
Madrid - España
Cuando las cosas cambian
Estela Parodi
Funes (Santa Fe) – Argentina
El robo
Federico Novak
La Plata – Argentina
Manos
José E. Álamo Gómez
Valencia – España
Frugal
Sergio Turovetzky
Córdoba – Argentina
Desmemoria
Ricardo Juan Benítez
Buenos Aires – Argentina
La foto
Marien Garrido Castillo
Archena (Murcia) – España
Mnemófago
Manuel Mije
Sevilla – España
Travesuras
Marcela Vanmak
Lod – Israel
El forastero
Jonathan Alexander España Eraso
San Juan de Pasto - Colombia
Adriana Serlik
Gandía - Valencia
España
MANOS
En el barrio hay una presencia liviana como un suspiro que se presiente antes que verse. Es una hoja sobre la brisa. Un guiño de la parsimonia. Un quejío amargo y discreto.
Se llama Isabel.
Haga frío sobón o calor impertinente, luce siempre el mismo suéter de pico y colores rotos. Lleva también unos vaqueros desteñidos hasta el blanco que se despeñan buscando, en vano, donde aferrarse en las piernas magras y acaban precipitándose sobre los pies. Allí asoman unas zapatillas naranjas, de las llamadas pantuflas. De las de ir por casa. Estas, sin embargo, hallan hogar en las aceras que encaminan sus adoquines a las puertas de los bares.
Isabel camina con suavidad, pero a ráfagas, como una marioneta de hilos flojos, y se detiene a cada pocos pasos. Y es entonces cuando las manos buscan el aire. Manos de dedos largos, uñas rotas y renegridas que no arañan el aire, solo lo acarician conjurando, buscando quién sabe qué. Ella musita o canturrea y tiene la mirada más allá. Las manos por un lado y ella por el otro. Solo dura unos segundos, luego los brazos caen a los costados, yertos, agotados, y ella se pone de nuevo en marcha asomando la cabeza por los bares y pidiendo para un café y un cigarrillo.
Si puede ser, si puede ser. Por favor.
La voz es extrañamente infantil, de niña bien educada, aunque los ojos deshacen enseguida la impresión.
—Hola, Isabel, ¿cómo va? —el dueño del bar en el que estoy con mi primer café de la mañana, sonríe abiertamente ofreciéndole un cigarrillo a la mujer.
—Bien, esperando que llamen. —Prende con dificultad el cigarrillo. Luego se agarra el pitillo con fruición.
Entre bocanadas de humo, agradece el café que uno de los habituales ha pagado.
—Gracias, cariño. Hace frío y con esto entro en calor. —Envuelve la taza con las manos—. Tengo café en casa, ¿sabes? Sí que tengo. Pero está fría, la casa está fría.
Nadie comenta nada.
Isabel apura la taza del tirón y vuelve al pitillo con fuerza. Rompe a toser. Una tos húmeda, presagio de tormentas.
—Cuidado, mujer. No deberías fumar —advierte uno a mis espaldas. No sabría decir quién. No puedo apartar los ojos de ella.
—¿Yo? pulmones de oro, estoy fuerte. —Saca el pecho huesudo y lo palmea con un amago de sonrisa. Luego vuelve con el cigarrillo al que besa con ganas. Cuando ya solo restan cenizas, se recompone, da las gracias y va hacia la puerta. Hay cierta elegancia en el andar trastabillado. La mano aletea adiós.
Transcurren unos segundos de silencio doliente en el bar, tal parece que nadie respire.
—Bailaba —comenta de pronto la voz de antes. Esta vez me giro. Es uno al que llaman Mario: cuarentón, manos como palas y mirada lejana, amable.
—Y dicen que lo hacía bien —murmura el de detrás de la barra—. Entonces la dejó el marido y mira... siempre esperando a que la llamen.
—Qué cosas —gruñe Mario.
—Sí.
Y nadie dice más.
Cuando salgo a la calle, la veo calle arriba. Está parada y agita las manos como palomas.
Manos que buscan...
16 comentarios:
Excelente cuento. Tienes "buena mano" para el retrato de personajes...
Gracias, Roberto, un halago viniendo de ti.
Precioso, la verdad. Me ha gustado tu modo de escribirlo. Soy nueva por aquí y me parece una calurosa bienvenida. Saludos
Gracias, Begoña. Voy a hacerte una visita;-)
Estoy con roberto, tu capacidad de dar vida a los personajes es de envidiar; la de hacerlos hablar, no digamos...
Enhorabuena por la destacada posición en el premio!
Gracias, Dani, pero solo transcribo lo que oigo ;-)
Muy bueno, me ha encantado...gran descubrimiento para los que somos fans de los relatos breves. Esta muy bien construido.
beso
Muy bien escrito y se ve que tocas con acierto todos los palos,no sólo el género fantástico.Felicidades por la posición de finalista.
Gracias, Miette y Juanjo, me alegra que os haya gustado.
Joe, es muy tierno, muy emocionante. Me ha recordado a alguien que conocí. Yo, con mis dudas, no estoy segura de que sea un relato... pero, como dicen los compañeros, está muy pero que muy bien escrito y, como ya he dicho, me has emocionado. ¡Enhorabuena! Consigues que veamos a esta Isabel y que sintamos ternura por ella. ¡Bien! Y enhorabuena por haber quedado finalista.
¡Enhorabuena! Una de mis historias preferidas de El Piojoso.
Enhorabuena por ese puesto finalista.Como siempre he disfrutado con tu relato y me ha conmovido,sin lugar a dudas sabes transmitir emociones
La descripción de Isabel es impecable :)
Gracias Mir, Enric y Rosario. Todos mis relatos son especiales para mí, pero admito que el de Isabel tiene especial relevancia.
ENHORABUENA!!! La verdad es que es de los que más me han gustado de los del Piojoso.
Una gran enhorabuena para ti y para el piojoso!
Gracias Vero y José Miguel. ¡Y de parte del Piojoso también!
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