sábado, 8 de diciembre de 2007

El Enviado

Muchos de vosotros, desgraciadamente para mí, no habréis tenido acceso a El Enviado y aunque os animo a que lo leáis, imagino que daros unas líneas del mismo os animarán -o quizás no- a salir corriendo para adquirirlo. A ver si os gusta lo que viene a continuación:
Fragmento del relato/capítulo: El Señor de los Caramelos.

Aun recuerdo su rostro enjuto y ceniciento
sombreado por una barba rala. ¿Cómo podría
olvidar su aliento, la mirada de hurón o el pánico
que me inspiraba?
Venía sin falta, todos los viernes a casa...
—Nuestra pequeña cita Dani.
... para cuidar de mí mientras Mamá hacia el
turno de noche. Sí, me acuerdo bien del tío Jaime.
Uno jamás olvida los monstruos de su infancia.
—Yo me comería la sopita Dani o tendré que
llamar al Señor de los Caramelos y ya sabes lo que
pasará. Te llevará con él chaval, y entonces será el
llanto y crujir de dientes—. El tío Jaime me sonríe
con sus dientes torcidos y manchados de nicotina.
Odio la sopa de verduras y Mamá lo sabe, pero ya
se encarga el tío Jaime de que no falte ningún viernes.
—Ya lo sabes Elisa, que no me falte la sopita de
verduras. De crío la comíamos en casa todos los viernes
y ya ves, te hace todo un hombre.
Mamá le tiene miedo al tío Jaime, igual que se
lo tenía a Papá hasta que se mató en el accidente.
Yo también le tengo miedo pero además, le odio
con todas mis fuerzas. Siempre está amenazándome
con que llamará a El Señor de los Caramelos.
—¿Quién es ése?—, le pregunté la primera vez
que lo mencionó. La verdad es que con ese nombre
no era precisamente temor lo que despertaba.
—¿Qué quién es?—. Acercó su rostro al mío
hasta echarme el aliento de tabaco y de algo más,
como podrido, de fondo.
—Tiene muchos nombres, uno especial para
cada condenado. Digamos que se desliza hasta el
fondo de las cosas, descubre tu debilidad y le da

forma. Entonces se limita a esperar. Muchas veces
su espera es en vano, pero si alguien lo conjura,
mira en tu corazón, toma el nombre y surge como
una bestia rabiosa. Para los mocosos como tú, es
el Señor de los Caramelos y si yo lo conjuro, le
llamo Dani, si yo le llamo— me aclaró ante mi
ceño de duda, —entonces te marcará dándote una
bolsa de caramelos. A partir de ahí, te quedará
una semana y luego adiós.
—Yo no acepto caramelos de extraños—.
Intenté que no se me notase el miedo pero sin
mucho éxito ¡Joder, apenas acababa de cumplir
nueve años!
Volvió a sonreír, era una mueca que nunca le
llegaba a los ojos.
—Eso mi querido Dani no será necesario. La
encontrarás un día, una bolsa de caramelos de lo
más normal, encima de tu cama, dentro de tu
mochila, en un bolsillo. Incluso puede que te la dé
yo mismo, sólo tú sabrás lo qué es, luego una
semana y será como si nunca hubieras existido.

2 comentarios:

José Miguel Vilar-Bou dijo...

Es mi capitulo-relato preferido junto al del angel de la guarda cabroncete.

J.E. Alamo dijo...

Pues yo que le tengo especial cariño al de Beatriz...¡Será amor de padre! Je, je.