lunes, 15 de diciembre de 2008

El séptimo


Y el número siete es una creación de Charly.



ODIOSO CAN





¡¡¡¡Grrrr!!!!
—¿Porqué te gruñe el perro? ¿Qué has hecho?
—Nada papá, lo prometo.
Grrrr ¡¡Guau, guau!!!
Cállate, joder.
—Te juro que como le hayas hecho algo o hurgado en los armarios te vas a enterar.
Mientras su padre se dirigía al interior de la cocina, por su mente cruzó el recuerdo del día, que decidió probar el bol de comida de aquel asqueroso can. Éste se lo “agradeció” propinándole un profundo mordisco en el tobillo. Los gritos de dolor, alertaron a su progenitor que se quedó perplejo, ante la imagen dantesca.
—Bueno, bueno, está todo en su sitio, pero al parecer algo has hecho que él sabe y tú no me quieres decir…
—¡¡No he hecho nada!!
Maldito cabrón, ojalá te mueras tú y tu maldito perro.
—¿Pues sabes qué?, creo que te vas a quedar sin cenar esta noche y te vas metiendo en la camita para rendir bien mañana…
Sabía que era inútil protestar, su padre le había dado la espalda y una vez se hundía en el sofá, ya no había nada que le hiciera tener noción de la realidad, más que el televisor y su bol de patatas fritas.
¡Miserable hijo de puta!
Atravesó el pasillo cabizbajo, en dirección a su cuarto, prendió la luz, abrió un cajón y extrajo unas pequeñas tijeras; apretándolas con fuerza, comenzó a hacer aspavientos en el aire, simulando apuñalar a un adversario imaginario, pronto aquel adversario cobró en su mente, la forma de su padre suplicando piedad ante sus puñaladas certeras…
—¿Qué estamos haciendo mal cariño?
La voz inquisitiva a su espalda, le hizo dar un respingo en el sofá.
—¡Coño!, que susto me has dado, eres como tu hijo, ¡me das escalofríos!
Ella chasqueó la lengua, impaciente ante la falta de respuesta a su pregunta.
—¿Qué? Joder, amor, qué quieres que te diga, no, no sé qué hacemos mal, nunca le hemos puesto la mano encima y…
—¡¡Pues yo te juro que me siento fracasada…!! Hay algo maligno en él, lo supe desde que nació y esa mirada suya…¡¡Creo que quiere matarme!!
—¡¡Mujer, por Dios!!— exclamó, mientras trozos de patatas a medio masticar, salían disparadas de su boca, hacía el televisor. —Pero si el pobre es un saco de huesos, de un empujón lo tirarías al suelo.
—Ya, pero durmiendo estamos indefensos, ¡¡¡sabes que mató a su hermana!!!
—Mira, no pienso volver a tener contigo esta discusión, sé donde quieres llegar y no pienso preguntar si lo pueden internar en un centro psiquiátrico.
—¡Pero allí estará mejor que con nosotros! Así podríamos tener una vida normal…
—¡¡¡Ya está bien!!! ¡Déjalo de una vez! Ya sabes, que a mi también me corroe la muerte de nuestra dulce pequeña y seré yo, quién enmiende en él su terrible acción, no voy dejar que un extraño…
El eco de las palabras de sus padres, le llegaba corrompido por el sonido de las patas del perro, paseando arriba y abajo del pasillo.
La conversación y el crujir de las patatas fritas, le iban irritando más y más. Sentado en la cama, apretaba con fuerza las tijeras, mientras maldecía en voz baja y trataba de contener, los espasmos que le atacaban el estómago.
De repente, el can enmudeció y supo que tenía una oportunidad. Lentamente se acercó a la puerta de su cuarto, tijera en ristre y calzando calcetines, para tener cobijo en el silencio.
Asomó la cabeza y descubrió, a aquel odioso animal en la entrada de la casa, inmóvil, observando algo que había llamado su atención, tal vez algún insecto pensó.
Eso le decidió a aproximarse, con pasos cortos y ralentizados.
El perro absorto, ante lo que tenía arrinconado, parecía no percibir su presencia.
El corazón, le martilleaba las sienes, mientras desgranaba los escasos metros que le separaban del objetivo. Y de repente, sin previo aviso, como una exhalación, se coló entre sus piernas, hacia la esquina del pasillo.
—¡Mierda, no!— susurró con rabia apretando las tijeras. —Se va a escapar y no lo puedo permitir.
Se rehizo y salió en su persecución. Los calcetines, le hicieron resbalar y mientras lo hacía, rezaba por no chocar con la pared y emitir algún ruido que alertara a sus progenitores. Aún así, pudo entrever fugazmente, como se internaba en la cocina.
¡Ya te tengo!, pensó, mientras encaraba la recta final hacia su objetivo.
Al llegar a la cocina, se detuvo en seco, tenía que actuar con maestría, cuando acorralas a tu presa, tienes que usar la cabeza, puede que sólo tengas una oportunidad.
Se abalanzó hacia él empuñando las tijeras, le asestó un golpe certero, no le dio opción alguna y cayó al primer estoque.
Sin pararse a mirar si agonizaba o estaba ya cadáver, le propinó el primer mordisco.
—Ummm, exquisito.
Al poco entró el can y lo miró, mientras engullía aquella cena de largas antenas y crujiente cuerpo.
—¿Qué?, ¡Te jodes!, he sido más rápi...
—¿Quién anda ahí?, ¿Qué estas haciendo en el suelo?, sabes que la cocina la tienes vetada y además… ¡¡¡¡Ahhhhhh!!!! ¿Qué has hecho?, ¡¡¡Dios bendito!!!
Salió como un vendaval, buscando a su marido.
Cuando volvieran, sabía que tendría como castigo, otro día más si comer, nunca le perdonarían haber sobrevivido en el parto a su hermana melliza, pero hoy ya le daba igual, aquel insecto odioso, de amargo sabor había conseguido calmar sus tripas.
Mañana me lo pondrán más difícil, pensó.


Autor: Charly

9 comentarios:

Vlad_Temper dijo...

Malsano ambiente y tenebrosa ambientación. Me gusta, me gusta.

Anónimo dijo...

Claustrofóbico y repleto de ansiedad. Muy bueno.
Xosé

Anónimo dijo...

¡¡Encrespa los pelos del alma!!
M. L.

Anónimo dijo...

Madre mia k angustia-Buenisimo.

Anónimo dijo...

Gracias de corazón, en mi nombre y en el de el chico del relato, que me pidió, os hiciera partícipes de su dia a dia...

Charly

Anónimo dijo...

Angustioso, pero eso es lo que pretendías: causar angustia.
M Carmen Guzmán

Anónimo dijo...

Causa bastante mal rollo, felicidades al autor.

Anónimo dijo...

Vaya angustia y desazón,UF, muy bueno, te deja el corazón encogido.
FdoVacapollo

Victor Mancha dijo...

Con una mínima reescritura para pulir cosillas podría ser muy grande. Una gran idea, oscura y perversa.